El Mensaje en la Poesía – 1

Y es cuando uno lee un libro como este cuando comprende que la poesía es algo más que un montón de palabras ordenadas de forma adecuada; es, entonces y solo entonces, cuando se entiende que va más allá, mucho más allá, justo hasta lo más profundo del alma de su autor; hay una desnudez absoluta de esta en cada verso, me atrevería a decir que en cada sílaba. Desnudez desde la que Olegario González Prado deja al descubierto su sentir más hondo, su sensibilidad, su exquisita y particular manera de entender el AMOR, sí, así, con mayúsculas, el que siente por cuantos tiene a su lado, su compañera en la vida, sus hijos, nietos… también por aquellos que, aunque ya no están, los tiene muy presentes, como presente tiene que buena parte de lo que es, a ellos se lo debe, de manera muy especial a sus padres y a grandes personas que el destino puso en su camino, que nunca fue de rosas, pero lo ayudaron a no pisar el barro en su juventud.

Y es que por las venas de Olegario fluyen letras sueltas que se juntan en su corazón, es allí donde inevitablemente se forman los versos; así es como nos lo transmite en estas páginas, con un especial sentido del respeto, el amor, la ternura, la justicia, la belleza, la alegría, la tristeza, la ausencia, el dolor… Olegario nos hace en ellos un recorrido amplio y detallado de sus vivencias, algunas tan extraordinarias que parecen ser únicamente producto de un soñador, pero son reales, ya nos las dejó bien documentadas cada una de ellas en su primer libro, La Ventana del Rey, libro del que guardo tantas y tan buenas sensaciones que cuesta describirlas con palabras, y que tal vez tampoco sea este el lugar donde hacerlo.

AMOR por su familia y amigos, pero que Olegario en esta obra ha sabido transmitirnos también de manera tan poética por la tierra que nos sostiene, nos acuna y da la vida, a veces con añoranza, a veces reivindicando, siempre agradecido. La tierra que quiere y necesita, a la que se siente unido y pertenece, donde sus raíces crecen.

Si en un sitio tan bonito
hay tanto que compartir.
¿Cuánto más yo necesito,
si solo quiero vivir?

El mensaje en la poesía, así ha querido titularlo y, ciertamente, es lo que nos deja en cada uno de sus poemas, un mensaje de esa manera sencilla a la que nos tiene acostumbrados, de esta forma tiene asegurado que incluso a aquellos a quienes dicen no gustarles la poesía, disfrutarán plenamente paseando por estas páginas, y es que resulta fácil reconocerse en muchas de ellas, en sus sentires.

Olegario, no conforme con todo esto, en esta obra ha querido, en un derroche de generosidad, ir más allá y regalarnos frases oportunas, reflexiones que nos dan a veces un tirón de orejas, a veces son un lamento por los valores perdidos, otras tantas un soplo de esperanza, y siempre una realidad que bien deberíamos tener en cuenta y que, por cotidiana, demasiadas veces olvidamos.

Amante, inquieto, creativo, amigo, tierno y a la vez fuerte, soñador pero sin levantar los pies del suelo, consciente de la realidad, Olegario nos deja este primer libro de poesía con su mensaje, no será el último, porque su corazón de poeta sigue palpitando y juntando a golpe de latido las palabras que muestran su sentir más profundo y humano.

Un libro con el que podremos disfrutar y ensanchar el alma con todos y cada uno de sus poemas y reflexiones.

Por mi parte, quiero y debo agradecer a la vida, el destino, o a quien corresponda, que me permitiera un día conocer a Olegario y su obra, tanto lo uno como lo otro me han dado la oportunidad de ser un poquito mejor persona.

Magdalena de la Fuente Castillo
Escritora y Fotógrafa

NOS CONDICIONA LA VIDA,
PERO NOS DETERMINAN
LAS CIRCUNSTANCIAS

Hoy dos sorprendentes noticias, una maravillosa y otra bastante triste de sentimientos profundos, (de vez en cuando sucede, te sorprenden y te despiertan el ánimo). Así edificamos la vida día a día, con una de cal y otra de arena, desde que el mundo es mundo, amaneciendo y anocheciendo, siempre en su confuso y perpetuo misterio.

La primera, recibir una carta manuscrita con una vieja fotografía. Pedro Fernández, un amigo de mi juventud del que no tenía noticias desde hacía ya unos cincuenta años; aún no había olvidado nuestra amistad de muy jóvenes. La foto, de mis hermanos y yo con la más pequeña en brazos (se me encoge el corazón), ¡Dios, qué detallazo guardar esta foto cincuenta años, sin pertenecer a su familia! ¿Serán nuestros amigos de la juventud, nuestros verdaderos amigos del alma?

La segunda, la pérdida de un ángel, Javier, de solo nueve años, muy cercano a mi entorno, que apenas disfrutó la vida; una criatura muy especial que me ha vuelto el alma sensible y, muy posiblemente, ha conseguido movilizar todos mis sentimientos para dar mis primeros pasos y escribir este poemario. Pero esta vez exclusivamente de poesía y frases que hagan pensar, frases de las que nacen en la cabeza, crecen en el alma y se nutren en el corazón. Una decisión que asumo, pero con la prudencia y el respeto que siempre me ha merecido el mundo de las artes y las letras, seguro de que sabré dosificar mi euforia, mis tristezas y mis alegrías con la suficiente prudencia y humildad que siempre fueron mis fieles consejeras.

No podría explicar con suficiente rigor literario el porqué desde muy niño me atrajo tanto la poesía y las frases con poco envoltorio, fáciles de acceder a su contenido interior más profundo, y el porqué, hasta ahora, no me he decidido a escribir mi primer libro de poesía. Gabriel y Galán, Calderón de la Barca, San Juan de la Cruz, José Mª Pemán, y un muy largo etcétera configuraron mi propio estilo en mi adolescencia, tal vez algo anárquico si en realidad tuve alguno, cosa que, si me pidiesen definir, lo tendría que hacer con una pequeña dosis de metonimia.

Mi poesía intento que se asemeje y se inspire en el olor a pasto y tierra mojada en las primeras lluvias del otoño. Al aroma de la juncia, el berro en el arroyo, la jara y el campo extremeño en primavera. Al trigo, el cántaro y la hoz en la sombra de la encina, en el verano. Y al hogar, la leña ardiendo, la sartén y el vendaval a través de la chimenea, en pleno invierno. Mágica paradoja, pues mientras más te alejas de ello, más dentro de ti lo notas, aunque lo recuerdes a miles de kilómetros durante años.

Recuperar sensaciones para perpetuar el legado que nos regaló la vida sencilla, algo maravilloso que no podemos permitir que se diluya en el tiempo, para hacer parte solo de la historia, en nuestras nostalgias y añoranzas.

Esta es la razón por la que he decidido titular mi libro con El Mensaje en la Poesía, tal vez con la ingenua y sana intención de transmitir con palabras lo que me gustaría pero no puedo, para hacerlo más emotivo, transmitir con música.

Sería maravilloso poder sintetizar en estas líneas todas las inquietudes y razones que me han llevado a escribir otros libros, imprimiéndoles a todos un toque de poesía, principalmente a La Ventana del Rey, pero este es el único que estaba en mi subconsciencia desde que tuve suficiente uso de razón y empecé a conectar con la naturaleza, los sentimientos y la realidad de la vida. Omito exponer las razones que algunos no podrían entender, pero me reafirmo en las circunstancias que, ajenas a mi voluntad, me lo impidieron. «Recuperar un tiempo perdido» en gran parte por causa de una entrañable causa.

No me preguntéis por qué he elegido este momento, solo puedo decir lo que dije al principio, creo que en gran parte ha sido la motivación de un triste e inconcebible acontecimiento, algo que traspasa los límites de la comprensión y el razonamiento en nuestra propia especie, cada vez mas huérfana de sentimientos e indulgente para con nuestros propios semejantes y, por otro lado, el gran apego a mi tierra, su gente, y mis recuerdos contrastados a lo largo de mi vida.

Posiblemente algo de lo que no me desvinculé nunca a pesar de estar muchos años lejos de ella, y en la que me siento integrado, me hace sensible, me inspira y me obliga a identificarme, como persona y como ser humano, y eso es justamente lo que intento transmitir con mi poesía en forma de terapia: la que yo mismo me aplico en muchos casos a través de su mensaje, fácil de entender y de aplicar sin paliativos.